Parece claro, igualmente, que ustedes antes de tomar la decisión de darle ingreso a este señor, tampoco tomaron siquiera en cuenta el testimonio de uno de sus colegas, ex presidente de esa academia, Emilio Cordero Michel, quien testificó que cuando fue llevado herido ante el jefe del comando de operaciones (Ramiro Matos, por si no lo sabían) le transmitió el mensaje de Manolo Tavárez y sus compañeros de que acogiéndose a las garantías del gobierno de facto bajarían de las montañas en son de paz y portando banderas blancas. Cuenta Emilio Cordero que la respuesta de Ramiro Matos fue: “Aunque traigan banderas blancas de paz, todos morirán”. Y de hacer cumplir esa amenaza se encargó cruel y directamente unos minutos más tarde.
El nivel de salvajismo de estos hechos nos recuerda que otro pueblo hermano de América estableció en sus tribunales: “nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan hechos políticos o contingencias del combate… el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral.”
Les contamos, pues parece que tampoco lo saben, (saberlo los transformaría en encubridores) que Ramiro Matos, a pesar de haber sido denunciado y querellado públicamente, nunca ha comparecido ante la justicia ni ha sido juzgado, porque a nuestras familias -es decir, a los hijos y familiares de las víctimas- se nos ha denegado reiteradamente el proceso que con documentos, datos, entrevistas, testimonios, registros, hemos sometido ante el sistema judicial de la República Dominicana, como puede verse en la querella que depositamos ante la Procuraduría General de la República y cuya copia anexamos a esta carta.
Con el contubernio de todos los gobiernos que hemos tenido desde que sucedieron los crímenes perpetrados por Ramiro Matos, su comparecencia ante la Justicia no se ha producido. Las querellas y solicitudes de investigación han sido archivadas una y otra vez por los sucesivos ocupantes del Poder Judicial.
Aquí un solo ejemplo de como se manifiesta la impunidad que ha protegido al criminal con quien se sientan ustedes a deliberar sin que les pese la conciencia: tan solo unos dos meses después de nuestras familias someter la citada querella el 21 de diciembre de 2013, el ex presidente Danilo Medina nombró al hijo de Ramiro Matos precisamente como Jefe del Ejército.
Y decimos PRECISAMENTE, pues ese cuerpo armado del Estado dominicano fue el que dirigió la operación contra el grupo del 14 de Junio que se había levantado en defensa del orden constitucional y del Estado democrático, y es en el Ejército donde reposan -o reposaban hasta esa designación- los documentos con el historial de los asesinatos de Estado que llevamos años denunciando y reclamando por justicia.
Desde su creación en 1931, la Academia Dominicana de la Historia, ha declarado como su objetivo primordial el de “conocer y estudiar el pasado en general, y principalmente el de la nación dominicana”.
El historiador estadounidense Timothy Snyder, en su libro Sobre la tiranía, veinte lecciones que aprender del Siglo XX, nos hace un llamado a asumir la responsabilidad por la situación del mundo, a no conformarnos con mirar y con cumplir órdenes porque, como él mismo indica, “los símbolos de hoy son la realidad de mañana”.
Creemos en las instituciones. Creemos que hay que cuidarlas. Y creemos, sobre todo, que ellas, como la democracia, no se protegen solas. Por esa razón, nos permitimos invitarles a defender la institución de la que ustedes son miembros, investigando con decencia y sensatez la figura de Ramiro Matos en la historia dominicana.
El error más grande que cometemos a veces es el de presuponer que vendrán de afuera a destruir nuestras instituciones. Pero el cuidado por las instituciones que amamos y de las que formamos parte no puede provenir de afuera, de otros, de terceros, máxime cuando -como en este caso- las amenazas más cruciales se han gestado en su vientre como una suma desgraciada de abominables actuaciones que apuestan a pasar por debajo del radar de los días.
Este reclamo que hoy les hacemos es un acto de justicia que debiera convertirse en un precedente para terminar alguna vez con tantos años de impunidad. Y es también un compromiso filial y político, pero más que nada un imperativo moral en cumplimiento del deber con un orden jurídico nacional consagrado en los tratados internacionales ratificados por el Estado dominicano y dictaminado por las cortes internacionales que establece que los crímenes de guerra, de genocidio y los crímenes de lesa humanidad como el de Manolo y sus compañeros son imprescriptibles.
Probablemente, a la hora de tomar la deleznable decisión de darle entrada a Matos González a esa institución del Estado dominicano no se les ocurrió pensar que el mensaje que están enviando es que aquí se puede abusar, se puede matar, se puede inhumar ilegalmente y que nadie va a ser castigado por la justicia. Y mucho menos se habrán dado cuenta de que están enrostrándole en la cara a nuestra sociedad las incalculables repercusiones sociales de la impunidad.
Pero como la impunidad y el atraso deben terminar algún día, les escribimos en nombre de la justicia que no ha actuado, en nombre de Manolo Tavárez Justo y de sus compañeros porque lo entendemos como un nuevo aporte de ellos a la construcción de una sociedad más decente, más democrática.
Por último, como ciudadanos sujetos de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho –realizado libremente por ustedes- y como hijos les escribimos para reclamarles que le expliquen a nuestro país de hoy y de mañana, cómo hacen cada vez que se reúnen, con qué cara se sientan como historiadores a debatir junto a su colega Ramiro Matos González, asesino de varios de los héroes nacionales que la academia dice honrar.
Y sobre todo -conocedores como son de que las instituciones, al igual que la democracia, la justicia y los Derechos Humanos no se protegen solos- ¿qué hacen para proteger la institución a la que pertenecen?
Con ilusión y aferrados a la esperanza, les invitamos a no conformarse con mirar.