EL MAESTRO
Por Santiago Rafael Caba Abreu
Para los seres humanos, por no tocar aquello de género y tener que distinguir, el Mestro siempre será alguien que se ha colocado en un nivel superior a sus iguales y sirve de referente académico y moral para los de la generación que le precede (los viejos), la contemporánea y la generación que le sigue como discípulos.
El maestro es, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, «toda persona que enseña, dedica su profesión a la docencia o brinda enseñanza a través de su ejemplo de alguna forma determinada».
Es normal que, luego de que hemos recibido alguna enseñanza formal académica o empírica, a aquel que nos sirvió de guía en el aprendizaje, les llamamos maestro, y nos sirve de inspiración en el desarrollo de la disciplina que ejercemos. Pero además, se convierte en un referente, tanto en lo que nos enseñó como en el ejemplo que nos legó.
El maestro genera respeto, admiración, consideración y orgullo. Por eso, cuando vemos a alguien que, de alguna manera nos enseñó algo, trascender en el escenario donde ejercemos un oficio, el pecho nos crece y expresamos «fue mi profesor, es mi maestro, me dio clases, etc..».
Es momento para reflexionar frente al
deterioro que sufre la profesión de enseñar en su imagen, es como decir que el ejercicio del Magisterio se ha «cualquierzao», y eso, obviamente produce irrespeto, frustraciones y desconfianza en la generalidad de la sociedad. No sólo el discípulo le falta el respeto al Maestro, sino que, ese estigma, acompaña a todos los sujetos involucrados en el sistema educativo Dominicano.
La chavacanería, la conducta inapropiada, el acercamiento fuera del aula sin propósitos serios u hobestos, el abordaje de temas inmorales y el manejo desordenado de sus relaciones sociales, hacen que el Maestro de este tiempo se haya convertido en un ente de desconfianza para todos.
Ahora el MAESTRO quiere andar de fiesta en fiesta, acompaña andanzas juveniles, quiere involucrarse en jovialidades, quiere vestir, usar modas, bailar igual, conversar sobre intimidades, en fin persigue formar parte de de todas las actividades de sus alumnos, y ello lo justifica con el maldito «derecho a la privacidad y a la igualdad».
Por Dios, no todos los seres humanos debemos ser iguales, algunos estamos obligados a apartarnos de otros, no porque somos mejores o peores, sino porque las circunstancias de nuestras obligaciones naturales o sociales, por la edad o condición, lo exigen.
El maestro es un buen amigo, pero su condición lo sitúa en un lugar de referencia ética, su conducta debe inspirar respeto, sirve de ejemplo, es un paradigma social.
En los últimos días la sociedad ha recibido el impacto negativo de maestros irresponsables, sinvergüenzas, enfermos o depravados. No es la primera vez que son violados niños o niñas, que se embarazan alumnas, que se cobran favores sexuales a discípulos para la promoción de cursos o materias.
La educación necesita ser objeto de un amplio debate nacional en la Republica Dominicana, no para discutir sobre presupuesto, inversión en planta física, nombramiento de profesores o aumento salarial, sino para rescatar el valor moral del Maestro y devolverle a éstos la trascendencia y el respeto de toda la sociedad.